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La Torre de Babel (en hebreo, מגדל בבל Migdal Babel; en griego antiguo Πύργος τῆς Βαβέλ, Pirgos tēs Babel) es una edificación mencionada en la Biblia. El relato está dirigido a explicar el por qué los pueblos del mundo hablan diferentes lenguas.[1][2][3][4]
La Torre de Babel se describe en el libro del Génesis cuya autoría se atribuye tradicionalmente a Moisés. Según estos escritos; la humanidad quedó casi extinta después del diluvio universal, fue gracias al Arca de Noé en la que Noé y siete integrantes de su familia sobrevivieron a la catástrofe. Los descendientes de Noé, como únicos seres humanos del planeta, se desplazaron hasta la llanura de Senar (Babel), todos hablaban un solo idioma, y decidieron construir una torre tan alta que llegara al cielo. El dios de Noé (Yahweh), al observar la edificación y la rebeldía, decide que los habitantes hablaran diferentes lenguas y así abandonaran la construcción y se esparcieran por todo la Tierra.[5]
Opiniones extra bíblicas que apoyen el mito fundacional, se construía la torre por si ocurría otro diluvio, poder subir a la torre, donde el agua no pudiese llegar. Al estar cerca de ríos sus habitantes quisieron construirse un salvavidas, por si ocurría una inundación repentina y tal vez no les daba tiempo para desplazarse a una montaña próxima para ponerse a salvo. Las opiniones más tradicionalistas no están de acuerdo y toman el relato al pie de la letra.[6]
El Etemenanki, un templo piramidal dedicado a Marduk (deidad local) en la ciudad de Babilonia del siglo VI a. C., de la dinastía caldea, atrajo trabajadores de diferentes pueblos.[7] Algunos eruditos modernos como Stephen L. Harris, la historia bíblica de la Torre de Babel fue probablemente influenciada por esta construcción durante el cautiverio babilónico de los hebreos.[8][9] El cuento tradicional sumerio Enmerkar y el Señor de Aratta relata una historia con similitudes al pasaje bíblico.[10]
El templo Etemenanki originalmente tenía siete pisos y más de 90 metros de altura, pero según el historiador español Juan Luis Montero, de la Universidad de La Coruña, en realidad, no habría superado los 60 metros.[11]
Una inscripción que data del tiempo de Nabopolasar señala: «Marduk [el gran dios de Babilonia] me ha ordenado colocar sólidamente las bases del Etemenanki hasta alcanzar el mundo subterráneo y hacer de este modo que su cúspide llegue hasta el cielo». En otra inscripción, de los tiempos de Nabucodonosor II, se precisa que la decoración de la cúspide estaba hecha de «ladrillos de esmalte azul brillante», es decir, adornada del color del cielo.[12]